“…Y los rostros de los muertos, de los desaparecidos, vienen y se agolpan, junto a sus quehaceres, pidiéndome que los traiga de nuevo a la luz de los antiguos días y que estampe sus nombres en las “rocas sobresalientes”, para que allí queden brillando, con sus antorchas encendidas, como señales para los que después vendrán”… Si es que vienen.
Y a pesar de que les digo: “¡Ya no hay tiempo, ya no hay tiempo; porque se acabó el tiempo!”, ellos no que escuchan, insistiendo y repitiendo el verso legendario de las “Edda”. Graba nuestros nombres en la Piedra de tu alma, en la Roca de los Andes. Y tal vez algún día lo encontrarán allí las nuevas generaciones. Pero grábalos en Runas, en el idioma incomprensible y sacro. Porque sólo lo que no se entiende será eterno. Y aunque nadie jamás lo lea…”
Hermod
El mensajero de los Dioses.
1998